martes, 28 de febrero de 2012

Capítulo II. "Discovery" [N]


Habían pasado ya más de 150 años desde que me arrebataron todo lo que tenía. Dos siglos vigilando las puertas de aquel horrible lugar, convertido en algo que nunca deseé. Ya estaba acostumbrado a mi nuevo nombre, pero aun así cada vez que se referían a mí como Anubis, sentía como lo poco que quedaba de mi antiguo yo se fragmentaba un poco más.

Si bien es cierto que aquel era un trabajo horrible, nunca me había visto en una situación como aquella. Me consolaba pensando que todos aquellos gritos y súplicas eran falsas, que  sus condenas estaban justificadas, confiaba en que engañarme de esa manera me ayudaría a conservar la cordura. Por eso cuando aquellos rumores llegaron a mis oídos sentí que el alma, junto a toda aquella fuerza de voluntad que con tanto esmero había protegido, se me caían a los pies.

Al parecer, el “jefe” había recibido un encargo especial; el señor de nuestros vecinos, los ángeles, había decidido castigar a uno de los suyos con la condena eterna.
Según me habían comentado mis compañeros, Horus y Osiris, tras el último juicio, hacía siglos que una de esas perfectísimas criaturas no pisaba nuestro territorio y yo sería el encargado de arrastrarlo hasta él. Sus palabras flotaron en el mar de pensamientos que es mi mente durante toda una semana, privándome de cualquier tipo de descanso, mientras mi nerviosismo no hacía más que ir en aumento. Sabía que sería incapaz de castigar a un ser celestial, por muy culpable que hubiese sido a los ojos de su Dios, pero lo que más me preocupaba de aquella cuestión, más incluso que mi propia seguridad, era la suya.

Y ahora, que el grotesco y deforme aspecto de mi último visitante me había llevado a entregarlo a aquella multitud depravada y hambrienta, negándole cualquier tipo de piedad tan sólo por la repulsión que me provocaba, sus gritos cargados de dolor  y el recuerdo de su mirada, desde una cuenca hueca, se clavaban en mi mente enterrándome bajo mis propias acusaciones.
Me prometí no dejar que aquel ser sufriese, fuera como fuese, con tal de proteger los restos de mi humanidad y sin embargo allí estaba, sentado en mí templo, dónde parecía que sus gritos retumbaban aún más fuerte.

Permanecí allí, clavado sobre el suelo debatiéndome con mis pensamientos y culpas hasta que el primer alarido llegó a mis oídos.
Le estaban arrancando las alas, la única parte de su anatomía que relucía con una pureza propia y sin igual, en contraste con aquel cuerpo horripilante. ¿Con qué propósito habría mantenido su señor a un ser semejante en su reino? Aquel Dios era conocido por su perfeccionismo, aplicado a todo su amplio mundo, del cual acostumbraba a alardear; sus súbditos y compañeros eran seres tan puros y perfectos como él mismo, poseedores de una belleza abrumadora.
Ninguna de estas cualidades quedaban, sin embargo, reflejadas en el nuevo ángel  caído, quien se decía, además, era uno de sus favoritos. Aquello carecía totalmente de sentido.

Cruzó entonces mi mente una idea, mientras me dirigía lo más rápido que podía, entre las abarrotadas instalaciones, hacia la sala dónde lo había dejado. ¿Y si esas alas, tan distintas a su propio portador, eran lo único que ciertamente conservaba su original aspecto?
¿Podría el dios haber castigado con semejante crueldad a su súbdito, condenándolo a una eternidad no sólo de dolor y torturas en esta dantesca prisión, si no a ser percibido por todos como una aberración deforme?

Era sólo una ilusión, una mentira. Estaba tan claro, maldita sea, de esa manera, podía condenarlo a un dolor y un arrepentimiento eternos, sin dañarlo; podía protegerlo de los criminales de este mundo, sin privarlo de la condena que le correspondía…

Llegué por fin a la pequeña plaza dónde le había abandonado, encontrándome con aquella desoladora y grotesca imagen; su cuerpo, bañado en su propia sangre, estaba tendido inmóvil, rodeado por decenas de demonios que todavía mordían y relamían los restos de su ala desaparecida. Apreté los puños con rabia y mi mandíbula se cerró fuertemente, sin poder apartar mis ojos de aquella pobre criatura. Solo fue necesaria la firme y clara orden que salió de mis labios momentos después para disipar a toda la morralla que le rodeaba.
En ocasiones aun me asustaba oír mi propia voz, cada vez más grave y ronca, más gutural, y aquella vez solo sirvió para aumentar mis miedos de perder los restos de humanidad que todavía guardaba con recelo.

Me acerqué con paso lento hasta aquel cuerpo desmadejado que yacía ensangrentado en el suelo. Por muy horrible, deforme o grotesco que fuese, no se merecía aquello… Nadie se lo merecía.
Al menos habían dejado casi intacta una de sus preciosas alas, aunque tendría que hacerme cargo yo de ella, si no se la extirpaba no duraría ni 24 horas más ahí dentro. Con lentitud me agaché hacia él, arrodillándome a su lado para examinar la profunda herida de su espalda y un suspiro tembloroso salió de mis labios; maldita sea, no era justo. Lo que le habían hecho no tenía perdón.

–Tranquilo… No voy a hacerte daño, te lo prometo. –Llevé una de mis manos a su costado, colando la otra con muchísimo cuidado entre su pecho y el suelo. Su pequeño cuerpo tembló con un quejido ahogado cuando conseguí levantarle apenas un palmo del suelo y supe que aquello iba a ser más difícil de lo que pensaba. –Aguanta un poco, tenemos que darnos prisa… –No teníamos mucho tiempo, porque estaba seguro de que alguna de esas alimañas ya se habría ido de la lengua, en cualquier momento uno de mis superiores llegaría para comprobar si era cierto que había protegido al recién llegado.
El único lugar donde no podrían entrar sin mi permiso era mi templo. Tenía que llevarlo hasta allí como fuese.

Así que lo levanté del suelo, cargándolo con mis brazos e ignoré su exhalación dolorida, echando a andar lo más rápido que podía hasta mi “hogar” en aquella mierda de sitio. Por suerte era plena hora de trabajo y las calles estaban casi desiertas, a excepción de algún que otro demonio que agachaba la cabeza al cruzarse conmigo o que, directamente, se metían en sus propios asuntos.
Igualmente no aminoré el paso  en ningún momento, mirando hacia delante mientras andaba con paso firme y solo pude relajarme cuando pisé por fin los escasos escalones de mármol y cerré la puerta tras mi espalda.

Suspiré aliviado, apoyado contra la puerta y miré el cuerpo que temblaba silenciosamente entre mis brazos. Tenía que hacer algo con esa herida, por no hablar de la enorme y suave ala que dificultaba mis maniobras. En más de una ocasión alguna de sus plumas rozó mi cara y su suavidad me dejó sin aliento. No sabía que había hecho aquel pobre ángel para estar allí, pero iba a lamentar muchísimo tener que extraer ese maravillosamente suave y blanco apéndice de su espalda.
También tenía que hacer algo con esa horrible ilusión, porque el pensamiento de que esa no era su autentica apariencia ya estaba más que asentado en mi mente, pero eso podría esperar. Lo más importante era aliviar su dolor y completar, con más cuidado, lo que esos descerebrados habían empezado.

Viendo que no tenía más opción le llevé hasta mi cama, dejándole con cuidado sobre el colchón y me senté a su lado y alargué mi mano hasta su herida. Intenté no fijarme en esa piel sanguinolenta y venosa cuando coloqué la palma de la mano sobre su herida, dejando que mi poder, el único que me habían dejado elegir y el único que, por tanto, no me hacía sentir como un maldito monstruo, curase su herida y aliviase su dolor.

-

Habría pasado al menos una hora cuando tuve que mover la cabeza notando mi cuello algo atenazado y levanté con mucho cuidado mi mano ensangrentada, viendo con alivio que la herida estaba ya totalmente cerrada, un par de minutos más y la cicatrización estaría completa. Cuando volví a colocar la mano sobre la piel nueva de su espalda noté un movimiento y, girando la vista, vi como flexionaba los dedos de su mano y se retorcía ligeramente sobre las sabanas, despertándose. Levanté la mano, poniéndola igualmente en su cintura por si se sobresaltaba o intentaba levantarse. Lo último que quería era que se cayera de la cama.

 –¿Ya estás mejor, te sigue doliendo la herida o ya la notas curada? –Tragué saliva intentando no borrar la expresión pacífica de mi cara cuando él giró la suya, contemplándome asustado desde esa aterradora cuenca vacía y sin embargo, habría jurado que vi un fugaz destello azulado en ella. –Puedes tumbarte sobre tu espalda, pero con cuidado. Ahora –Le vi asentir débilmente y quité mi mano, no sin alivio, de su cuerpo, dejando que se girase lentamente. Giró su cabeza mirando su propia ala con tristeza, estirándola tímidamente y dio un par de suaves aleteos, pegándola finalmente contra el costado de su cuerpo para poder tumbarse boca arriba  - voy a ver si hay algo más que pueda curar, ¿está bien?

Esperé hasta que volvió a asentir con lentitud y recorrí su cuerpo con la mirada. Una mirada lo más objetiva posible, ignorando las formas y aspecto de su cuerpo, centrándome sólo en sus heridas. Muchas de ellas habían quedado ya cerradas gracias al largo rato que había pasado compartiendo mi poder con él, pero su pecho me llamó considerablemente la atención y me llevó a preguntarme una vez más que clase de cabrón debía ser el Dios de ese casi ángel que yacía en mi cama. La palabra “LUJURIA” quedaba marcada sobre la carne de su pecho, de lado a lado, gravada con cortes profundos sobre ella. Antes de temerme lo peor quise asegurarme de que aquella herida fuese real así que lentamente llevé una de mis manos a ella y la presioné sobre su pecho, abarcando varias de las letras.

–¿Duele? –Le miré atento esperando que diera un grito adolorido, que hubiese sido la reacción normal. Sin embargo tan solo negó con la cabeza, mirándome extrañado como si ninguna de esas letras estuviera ahí, escarbada en su carne. Era cosa de esa “ilusión” que le rodeaba, entonces, así que procedí a explicárselo. –Bien. Aunque tu no eres consciente de ello y seguramente sigues viéndote como siempre, ahora eres distinto. - Al ver la cara de pánico de su acompañante alzó las manos en un gesto de calma –Tranquilo, no has cambiado, pero una ilusión, efecto óptico, “disfraz”… Llámalo como quieras, está haciendo que el resto te veamos… Diferente.

–¿Cómo de diferente…? – Su voz tampoco parecía a ver cambiado y el enorme contraste entre esa preciosa ala y la ligeramente rasposa voz masculina, y su horrible aspecto me descolocaron por un momento. –Quiero verme.

Le vi incorporarse sobre la cama, exigiéndome con un tono urgente y preocupado y me pareció capaz de saltar del colchón en busca del espejo más cercano. Que por desgracia, si, estaba bastante cerca. Así que antes de que pudiera encontrarlo con la mirada le hice volver a tumbarse colocando ambas manos sobre sus hombros y pasé una de mis piernas sobre su cadera, colocando una rodilla a cada costado suyo, solo por si intentaba levantarse. Si que iba a ser más difícil de lo que pensaba…

–Mucho, espero. No, no vas a verte. Es mejor que no lo hagas. –Viendo que iba a protestar decidí que era mejor no darle el tiempo suficiente para ello y alcé un poco más mi voz, haciendo que eclipsara totalmente la suya. –Voy a intentar deshacerme de esa “ilusión”, pero si empiezas a darme problemas te volveré a soltar ahí fuera. ¿He sido lo bastante claro?

Le vi tragar saliva con fuerza, agarrando las sabanas de mi cama entre sus esqueléticos y afilados dedos, para al final terminar mirándome con fijación y asentir.
Cogí aire, soltándolo lentamente mientras me acercaba un poco a él. Era perturbador, mucho, no lo puedo negar, pero necesitaba mirarle a los “ojos”, colocando mis manos sobre su pecho, apenas rozándolo, para entrar en su mente. Al principio opuso resistencia, haciéndome chocar contra un fuerte muro y oí su quejido ante mi intrusión, quizás había sido demasiado brusco. –Relájate, deja la mente en blanco- Volví a intentarlo otra vez, notando como las cerraduras de su mente se iban aflojando a su paso, cayendo abiertas al fin.
El “núcleo” de aquella ilusión tenía que estar por ahí, lo suficientemente superficial, si no sería él el que se vería así, no nosotros.

De repente lo encontró, brillante y tembloroso en una esquina de su mente. En muy poco lo tendría solucionado y descubriría por fin la verdadera apariencia de ese ser. A esas alturas se había vuelto algo personal, así que puse todo mi empeño en deshacer aquel “nudo” que me impedía verle.
Lo cierto es que me costó mucho más de lo que esperaba. Tardé al menos diez minutos en conseguir resquebrajar esa maldita mentira que envolvía su cuerpo y no fue hasta que ya llevaba media hora luchando dentro de su mente cuando, por fin, agotado por semejante derroche de energía liberé su mente nuevamente, saliendo de ella.
Notaba mis propios pensamientos espesos, algo aturdidos después de permanecer en semejante estado de concentración. Con un suave gruñido me pasé las yemas de los dedos sobre mis párpados cerrados, dejándolas descansar un momento contra el puente de mi nariz. Di un suspiro cansado conforme mi mente se aclaraba y la presión en mis sienes iba disminuyendo, dispuesto a abrir los ojos para comprobar si había funcionado o si tan sólo había sido una pérdida de tiempo.

Abrí mis párpados y la visión del ángel que tenía tumbado sobre mi cama, completamente distinto al que recordaba, me dejó boquiabierto y estático.

Su piel, antes amarillenta y venosa, sobre su cuerpo deforme era entonces casi más blanca que mis propias sábanas, marcada en algunos puntos por sombras violáceas, sobre todo en su cuello, y señales de mordiscos, todavía rojizos e incluso un poco sangrantes todavía.
Recordaba haber cargado con un cuerpo esquelético y desproporcionado, pero ahora me costaba incluso creer que esos hombros finos, la cintura delgada, terminando en unas pronunciadas caderas, los muslos que se cruzaban bajo ese finísimo velo que, maldita sea, era casi transparente… Formasen parte de un cuerpo masculino.
He de reconocer que incluso me costó dejar de mirar sus piernas para poder ver su rostro.

Ahí fue donde el cambio era más que perceptible. Antes era prácticamente una calavera con algo de fino pelo, calva en la coronilla, con la carne casi totalmente consumida, en fin, parecía un viejo cadáver.
Sin embargo ahora era una cara perfectamente viva. Pálida, como el resto de su cuerpo, con una adorable nariz redondeada y algo respingona, labios increíblemente carnosos, húmedos y rojizos en contraste con sus pálidas mejillas. Y esos ojos, azules, imposiblemente azules, rasgados, claros y nítidos, ni siquiera ensuciados por el color negro de las pupilas humanas. Su pelo, por otro lado, ahora era espeso y algo ondulado, rubio platino, brillante, y parecía desvanecerse en las puntas, etéreo.

Antes de que llegara, la curiosidad me había llevado de cabeza durante días, preguntándome si realmente sería tan maravillosamente atractivo como mis compañeros me habían estado diciendo que eran todos los ángeles y no voy a mentir diciendo que no me desilusioné totalmente al ver a esa… “cosa” acercándose a mi.
Y ahí estaba ahora, con esa maravillosa cosa tumbada sobre mi cama, entre mis piernas, mirándome expectante seguramente preguntándose si había funcionado o no, cosa que me parecía bastante estúpido preguntar, porque mi reacción habría sido más que obvia, desgraciadamente.
En ese momento tuve dos cosas perfectamente claras: No había nacido para ser un dios, ni mucho menos y, la segunda, aquel ángel iba a darme muchos problemas.



NOTA: Siento MUCHÍSIMO haber tardado tanto, enserio. Ya estoy escribiendo el tercer capítulo y prometo tenerlo como mucho menos margen de tiempo que el que ha habido entre el I y el II.

4 comentarios:

  1. Fuah, increíble, no hay mucho más que pueda decir xDD Y me ha encantado el ''aquel ángel iba a darme muchos problemas'' <33

    En fin, tú no te preocupes, muchacha, si tienes cosas que hacer xD Ya escribirás cuando te venga la inspiraçao, porque aunque tardes algo, si luego podemos leer algo como esto, la espera merece la pena, y mucho xDD

    En fin, un besote ! :)

    ResponderEliminar
  2. Hahahaha muchas gracias! A ver si puedo tener el 3º prontito :3

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  4. Sencillamente me he muerto ♥ Estoy con Sandra en que no hay mucho más que decir, ¡¡Me encanta!!

    Espero el tercer capítulo *.*

    PSD: He borrado el anterior comentario porque tenía faltas :'D♥

    ResponderEliminar